AULA DESARROLLO DE CAPACIDADES
C.E.I.P. PARQUE GOYA

miércoles, 23 de febrero de 2011

Leyenda de la encina del dolor

Cuenta la leyenda que, hace unos siglos, vivía en la masía una familia con una hija única, “la pubilla”. También vivía con la familia un tío soltero al que daban albergue casi por compasión. Era un hombre arisco que despertaba las antipatías de cuantos le conocían. La pubilla, hermosa y alegre, estaba enamorada de un joven, muy buena persona pero de condición modesta, vecino del cercano pueblo de la Secuita.
Al tío no le gustaba la relación ya que estaba convencido de que cuando se casara la pubilla con el joven, le echarían de casa.
Esta idea se convirtió en una obsesión y continuamente pensaba en cómo deshacer aquel futuro matrimonio.
Aprovechando que el joven iba y venía del pueblo al acabar su jornada, de noche, para visitar a su amada, el tío lo esperó oculto en la oscuridad y lo asesinó a golpes de hacha. Después arrojó su cuerpo junto a una finca cercana.
Curiosamente, en la segunda mitad de la centuria de 1.800, se repitió el drama. En esta ocasión fue también el tío del joven “hereu” que encargó el asesinato de su sobrino a un mozo de la casa, para quedarse con la herencia.
Posteriormente su extraña conducta le traicionaba constantemente y le puso bajo sospecha. Un día, viendo acercarse a los guardias, huyó y jamás volvió a saberse de él, confirmando las sospechas generales.
La muchacha, al comprender la tragedia, se sumió en una profunda desesperación. Al cabo de unos días, los payeses que con sus carros pasaban por la carretera vieron su cuerpo colgado de la gran encina.
Dicen que desde aquel día las ramas de la encina crecieron hacia abajo y la llamaron “la encina del dolor” en recuerdo de lo ocurrido. 
 
El mozo también lo asesinó de noche y con un hacha, pero en esta ocasión la justicia prendió a los criminales; el mozo fue condenado a la horca, y el tío a la cárcel. Después de unos treinta años, cumplida la condena, le vieron vagar por Tarragona y por la masía, con un enorme quiste en el cuello producido, según dicen, por la argolla de hierro que lo tenia sujeto durante su tiempo de prisión. 
Ángela y Marta

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